The New York Times asegura que DAESH ha enviado terroristas a España, entre otros países europeos y asiáticos
The New York Times acaba de publicar una extensa entrevista con Harry Sarfo, un terrorista del autodenominado Estado Islámico (EI) hoy encarcelado en una prisión de máxima seguridad en Bremen, que hace unos meses, creyendo que estaba respondiendo a una “llamada santa”, abandonó su hogar en esta ciudad alemana y condujo durante cuatro días consecutivos para alcanzar el territorio controlado por el EI en Siria.
Según explica el periódico norteamericano, Sarfo se encontró en Siria con varios representantes de los servicios secretos del EI que, con los rostros tapados, le informaron que ya no necesitan más musulmanes europeos en Siria. “Me dijeron que tienen un montón de hombres agazapados en diversos países para atacar a los europeos, pero que necesitaban más combatientes en Alemania y Gran Bretaña. Lo que buscan es poner en marcha ataques terroristas coordinados en diferentes países al mismo tiempo. Y me preguntaron si me importaba regresar a Alemania para esperar sus órdenes”.
The New York Times, citando informes confidenciales de los servicios secretos occidentales que obrarían en poder del periódico, revela que los miembros del ISIS que contactaron con Sarfo eran “agentes” que pertenecían a una unidad de inteligencia del Estado Islámico conocida en árabe como el Emni. El Emni combina las operaciones policiales internas en los territorios del “Califato” y, al mismo tiempo, lleva a cabo una serie de operaciones externas, dedicadas fundamentalmente a la captación de yihadistas y a la exportación del terrorismo hacia el extranjero.
Al igual que Harry Sarfo, otros yihadistas encarcelados en Europa por haber formado parte del EI están describiendo la existencia de un Emni organizado en varios niveles. Estos servicios secretos islamistas estarían a las órdenes del jefe de Operaciones del Estado Islámico en Siria, Abu Muhammad al-Adnani, que también es el responsable de captación y propaganda de esta organización criminal. Bajo la autoridad de Muhammad al-Adnani se encontrarían diferentes tenientes con capacidad para planear ataques en diversos lugares del mundo, y que serían los encargados de gestionar, según las declaraciones de Harry Sarfo, un “servicio secreto de los asuntos europeos”, un “servicio secreto para asuntos de Asia” y un “servicio secreto de los asuntos árabes”.
The New York Times explica, reforzando la idea de que el Emni es una parte fundamental de las operaciones del Estado islámico en el exterior de Siria e Irak, que las entrevistas y los documentos en su poder ponen de manifiesto que el EI cuenta con grupos de operaciones especiales y unidades de comandos de élite. “Los agentes son seleccionados por nacionalidades y agrupados por idiomas en unidades más pequeñas, independientes, cuyos miembros a veces sólo llegan a conocerse unos a otros la víspera de su salida al exterior”.
Las investigaciones, dice el Times, demuestran que terroristas a las órdenes del Emni también se han enviado a Austria, Alemania, España, Líbano, Túnez, Bangladesh, Indonesia y Malasia. A pesar de que en las fuerzas de seguridad europeas se ha extendido la idea de que algunos de los ataques que se han llevado a cabo en nombre del Estado Islámico en diferentes países de Europa tenían un carácter inconexo o de ‘lobo solitario’, las declaraciones de Harry Sarfo apuntan a que entre los terroristas implicados podría haber vínculos que la policía y los servicios secretos occidentales todavía no han descubierto. “Los terroristas encubiertos del ISIS utilizan a los conversos como intermediarios, y éstos ayudan a vincular a las personas que buscan llevar a cabo atentados con agentes del ISIS que puedan transmitir eficazmente las instrucciones dadas por el grupo, desde cómo fabricar un chaleco suicida a la formar de mostrar públicamente su adhesión al Estado Islámico tras cometer un atentado”.
La información del periódico neoyorquino pone de manifiesto que el Estado Islámico habría enviado ya centenares de terroristas a la Unión Europea, y que otros cientos de ellos se encontrarían ya en Turquía.
Acceso íntegro al artículo de The New York Times (en inglés)