Teresa Díaz Bada. Psicóloga Clínica.
Leer las “Meditaciones”, de Marco Aurelio que fue un emperador romano del siglo II d.C., es leer probablemente, el primer libro de autoayuda de la historia.
Marco Aurelio, formado en el pensamiento estoico, nos hablaba ya entonces de las dificultades de la vida, de la fuerza que hay que tener para afrontar la misma y de la importancia de vivir el presente, el momento único que realmente tenemos, sin preocuparnos por el futuro y dejando atrás el pasado.
Su filosofía se basada en la idea de que, dada la dureza de la vida, teníamos que estar preparados para poder enfrentar las adversidades y dificultades que en cualquier momento pudieran aparecer. Para ello, para estar preparados, era necesario fortalecer el espíritu y tener una mente fuerte. Lejos de ser un pesimista, Marco Aurelio nos animaba a vivir intensamente cada día porque realmente la verdadera recompensa era, precisamente eso, vivir la vida.
Para fortalecernos mentalmente nos aconsejaba, por ejemplo, que nos supiésemos siempre más que cualquier posesión, cargo o lugar en el que estemos. También, que tuviéramos presente que, hasta la persona más relevante, famosa o popular, es olvidada, con lo que perderse en vanidades y necesitar el aplauso de los demás era un camino baldío que no había que recorrer.
Deberemos intentar también ser mejor cada día y disfrutar de cada momento como si fuera el último, sin preocuparnos de la huella que dejemos o de las dificultades que aparezcan.
Tomar las cosas con calma y no dejarnos llevar por las emociones sin utilizar la razón. Pensar en cada acto antes de realizarlo convirtiéndonos en dueños de todo lo que hacemos y, por lo tanto, siendo responsables de nuestra propia vida.
Utilizar bien nuestro tiempo supondrá siempre invertir en el futuro, de una manera sensata y realista, y de esa manera poder alcanzar nuestras metas.
Marco Aurelio fue, según cuentan los historiadores, un emperador equilibrado e intelectual. Lo que nos dejó puede convertirse en un decálogo de vida tan actual entonces como tantos siglos después.
Saberse dueño única y exclusivamente de eso tan preciado que es nuestra vida, supone conducirla por donde nosotros queremos ir. Siempre con responsabilidad y esfuerzo, porque nada es fácil. Pero la satisfacción de vivir siempre será el más preciado regalo que tengamos.
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